Don Mario, Un hombre sin límites

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Mario Martínez es un vendedor de mazamorra de los muchos que pasan gritando por las calles de los barrios, tiene 76 años de edad y lo que lo hace particular es que le falta el brazo izquierdo.
Todos los días pasa con sus canecas de mazamorra vendiendo, este platillo con alto poder antioxidante que se originó en la época colonial en Colombia, Además, de su función antienvejecimiento, ayuda a la buena circulación sanguínea y reduce los niveles de colesterol.
Don Mario se vino de ciudad Bolívar directamente para el barrio Santo Domingo Savio “Eso era pura montaña, rastrojo, junto con los vecinos construíamos los ranchos y me tocó cuando la ley llegaba a tumbar todo, pero los volvíamos a parar”. Como muchos en un principio, cogía la luz de cuerdas de energía que se tiraban por encima de los tugurios, como él los llama, el agua tocaba buscarla en Cañada Negra para lavar y cocinar lo poco que había.
Está casado hace 41 años y es padre de cinco hijos, vive con su esposa y un hijo que es discapacitado por un accidente que tuvo, ha trabajado construcción y la agricultura, pero hace más de veinte años empezó a vender mazamorra “Perdí el brazo en una máquina de caña mientras trabajaba en una finca. Pero eso no me impidió para nada y me puse a vender frutas mango, mandarina, aguacate, piña hasta que una señora me dijo, yo hago la mazamorra y usted sale y la vende, y vea acá voy con ella”.
Sabe que tiene una responsabilidad muy grande, pues sus hijos ya tienen sus propias obligaciones “Cuando empezó lo de la pandemia yo seguí saliendo y la policía no me decía nada y la gente me daba ayudas de $ 10 mil o más y decían que a personas como yo había que ayudar siempre. Yo he conseguido muchas amistades, porque ya todo el mundo me conoce y dicen que me admiran, porque hago lo que mucha gente joven completa no es capaz, en cambio yo, y, a esta edad sigo rebuscándomela como sea”.
Don Mario, es un hombre tranquilo, muy sereno y al hablar con él se le ve sonriente y charlatán. Es consciente de sus limitaciones, pero le gustaría trabajar otras cosas. Cuenta con la ayuda que el gobierno da al adulto mayor y lo que vende de mazamorra, tiene una jornada extensa y no tiene límites para subir con las canecas por estas calles pendientes al final del día que por lo general es hasta las cuatro de la tarde cuando ya vende todo. “Me siento muy agradecido con todo el mundo, porque me ayudan comprando la mazamorrita; todos han sido muy queridos conmigo”.