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Las expresiones literarias urbanas son fuente de conocimiento
Uno de mis intereses con el fomento de la lectura y la escritura (aunque sea de manera incipiente e itinerante) es mostrar las contracorrientes autosustentables frente a las borrascas de pensamientos, andanadas de palabras, vorágines de creencias, arremetidas culturales de cada época. Entiendo aquí la cultura como un programa condicionante de la vida, la existencia y su cosmovisión. Contradicciones que en sí mismas constituyen un fuelle que aviva diversidad de lecturas y escrituras.
Una suerte de amalgama del poder, fundamentalista y alienante, programa a la humanidad desde el inicio de los tiempos históricos. Desde lo religioso, que niega la divinidad y que somos hechura a imagen y semejanza de Dios y obliga a acceder a la divinidad negada a través de los intermediarios eclesiales de cualquier tipo confesional. Desde lo político se niega el poder inherente de criaturas divinas que somos y se desempodera a la gente, se le hace creer que el poder está fuera de ella, que el poder lo tienen otros. Desde lo económico se niega el valor infinito que tenemos como seres humanos y se tasa un valor minusválido en mínimos mensuales legales vigentes. Y desde lo académico-científico se niega el saber infinito que comporta nuestro ser omnisciente y se te condena a hacerte ignorante, alejado del saber que poseen los dioses prepotentes de bata blanca.
No obstante, a pesar de este hechizo fundamentalista, de este embrujo autoritario, el arte siempre es una fisura por donde se filtra luz, se forjan relecturas de la realidad y se deconstruyen estructuras culturales.
El arte urbano, informal, itinerante y periférico, también es memoria imperecedera de un pueblo y aprehenderlo posibilita el reconocimiento de la cosmovisión de seres humanos inmersos en la cotidianidad de su espacio-tiempo, plenos de espiritualidad, poder, valor y conocimiento.
Para reforzar esta escueta idea, de que en el arte subyace un conocimiento añejado, traigo a colación a Pierre Lévy, con un texto sobre la inteligencia colectiva, y a Augusto Escobar Mesa, con unos párrafos sobre los lazos de conexidad entre literatura y sociedad.
Pierre Lévy: Una inteligencia repartida en todas partes: tal es nuestro axioma de partida. Nadie lo sabe todo, todo el mundo sabe algo, todo el conocimiento está en la humanidad. No existe ningún reservorio de conocimiento trascendente y el conocimiento no es otro que lo que sabe la gente. La luz del espíritu brilla, incluso allí donde se trata de hacer creer que no hay inteligencia: “fracaso escolar”, “simple ejecución”, “subdesarrollo”, etcétera. El juicio global de ignorancia se torna contra el que lo emite. Si lo asalta la debilidad de pensar que alguien es ignorante, busque en qué contexto lo que él sabe se convierte en oro.
Augusto Escobar Mesa: La literatura es capaz de ganar batallas contra la adversidad sin más armas que la letra y el espíritu, sin más poder que la imaginación y el lenguaje. No es la literatura un mero y solitario pasatiempo para los que escriben y para los que leen, separados y a la vez unidos por un libro, sino también un modo de influir en la realidad y de transformarla con las fábulas de la imaginación que en la realidad se inspiran (1990: 42-43).
Humberto Londoño: quantico2014@gmail.com